Today we celebrate what is often called the birthday of the Church. Happy birthday to all! We also bring to completion our celebration of the Paschal Mystery – the suffering, death, resurrection, ascension and coming of the Spirit on Jesus’ disciples.

The Gospel today has a quite different account of the coming of the Spirit on the disciples. It is the evening of Easter Sunday and the disciples are in a room, with the doors firmly locked. Fear and anxiety is the prevailing mood among them.

All of a sudden, Jesus is there in their midst. “Shalom, Peace with you” is his greeting. It is the normal Jewish greeting but it has a fuller significance here. Earlier, at the Last Supper, Jesus had promised that he would bring peace, a very special kind of peace, to his disciples. A peace they could not get anywhere else and a peace that no one and nothing could take away from them.

And then he gives their mission: “As the Father sent me, so am I sending you.” Their mission is the same as his; they are to continue doing what he did.

This is ultimately the mission of the Church, to bring people to God. It is not primarily to make converts to Christianity or to build up the Church but to work with God in building the Kingdom. The Kingdom realized is the whole world acknowledging the lordship of God our Creator and people directing their lives to be one with him.

As St. Paul says in the second reading “There are all sorts of service to be done but always to the same Lord; working in all sorts of different ways in different people, it is the same God who is working in all of them.”

We all have exactly the same ultimate goal, energized from the same Source, but, with our different qualities of character and ability and depending on the environmental situation in which we find ourselves, we aim at that goal in different ways.

Working together in different ways towards a common aim, Paul compares us to a human body. It consists of many parts but each part is ordered to the wellbeing of the whole. That should be a picture of the Christian community, of our diocese and of each parish and of each community within a parish. We are all equal in dignity — Jew or Greek, slave or citizen, man or woman, cleric or lay – but different in calling and manner of service.

On this feast of Pentecost, as we celebrate the formation and the mission of the whole Christian community, we also need to reflect on the particular role that God has for me, to reflect on the particular contribution that I can make to the corporate mission of the Church and of the particular group with which I am involved.

I wish you and your loved ones blessings of good health and great joy.

 HAPPY PENTECOST TO ALL!

Hoy celebramos lo que suele llamarse el cumpleaños de la Iglesia.  ¡Feliz cumpleaños a todos!  También concluimos nuestra celebración del Misterio Pascual: el sufrimiento, la muerte, la resurrección, la ascensión y la venida del Espíritu sobre los discípulos de Jesús.

El Evangelio de hoy narra de manera muy distinta la venida del Espíritu sobre los discípulos.  Es la tarde del Domingo de Pascua y los discípulos están en una habitación, con las puertas bien cerradas.  El miedo y la angustia reinan entre ellos.

De repente, Jesús está en medio de ellos.  «Shalom, paz con vosotros» es su saludo.  Es el saludo judío habitual, pero aquí tiene un significado más profundo.  Antes, en la Última Cena, Jesús había prometido que traería la paz, una paz muy especial, a sus discípulos.  Una paz que no podrían conseguir en ninguna otra parte y una paz que nadie ni nada podría arrebatarles.

Y entonces les da su misión: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo».  Su misión es la misma que la suya: continuar haciendo lo que él hizo.

Esta es, en definitiva, la misión de la Iglesia: llevar a la gente a Dios.  No se trata en primer lugar de hacer conversos al cristianismo o de construir la Iglesia, sino de trabajar con Dios en la construcción del Reino.  El Reino realizado es el mundo entero reconociendo el señorío de Dios nuestro Creador y la gente dirigiendo sus vidas para ser uno con él.

Como dice San Pablo en la segunda lectura «Hay toda clase de servicios por hacer, pero siempre al mismo Señor; obrando de muy diversas maneras en diferentes personas, es el mismo Dios quien obra en todas ellas».

Todos tenemos exactamente el mismo objetivo final, energizado desde la misma Fuente, pero, con nuestras diferentes cualidades de carácter y capacidad y dependiendo de la situación ambiental en la que nos encontremos, apuntamos a ese objetivo de diferentes maneras.

Pablo nos compara con un cuerpo humano que trabaja de distintas maneras para alcanzar un objetivo común.  Consta de muchas partes, pero cada una de ellas está ordenada al bienestar del conjunto.  Esa debería ser la imagen de la comunidad cristiana, de nuestra diócesis y de cada parroquia y de cada comunidad dentro de una parroquia.  Todos somos iguales en dignidad -judío o griego, esclavo o ciudadano, hombre o mujer, clérigo o laico-, pero diferentes en vocación y forma de servicio.

En esta fiesta de Pentecostés, mientras celebramos la formación y la misión de toda la comunidad cristiana, también necesitamos reflexionar sobre el papel particular que Dios tiene para mí, reflexionar sobre la contribución particular que puedo hacer a la misión corporativa de la Iglesia y del grupo particular con el que estoy comprometido.

Os deseo a vosotros y a vuestros seres queridos bendiciones de buena salud y gran alegría.

¡FELIZ PENTECOSTÉS A TODOS!